Viernes 27 de Agosto
Título original: "Plein Soleil" (1960)
Dirigida por René Clément; con Alain Delon, Marie Laforet y Maurice Ronet. Música: Nino Rota. (115 min.)
Es un hito insoslayable en la historia de la cinematografía. El policial francés tuvo con "A Pleno Sol" uno de sus mayores éxitos a nivel mundial, venerado hasta el día de hoy, y supo ganarse el título de "Clásico" desde el día de su estreno. Rodada durante 1959, su estreno tuvo lugar el 10 de Marzo de 1960.
Decía Miguel Ángel Palomo, del diario español "El País", que "la mítica novela de Patricia Highsmith sirve de base a este maravilloso thriller, en el que Alain Delon regala una legendaria encarnación del amoral Ripley, embarcado en un intento de crimen perfecto con el que saciar su arribismo y sus ambiciones. Un filme repleto de codicias turbias y pasiones oscuras, de embriagadora cadencia y asfixiante intensidad".
En efecto, este thriller francoitaliano basado en la novela "The Talented Mr. Ripley" hace un estremecedor retrato de su protagonista, Tom Ripley (Alain Delon), quien intenta convencer a Philippe Greenleaf (Maurice Ronet), un joven millonario, de que vuelva a EEUU, a pedido del padre de este último, quien le pagaría una recompensa por ello. Pero Greenleaf no tiene ningún interés en volver a EEUU, y cuando Ripley se da cuenta, comienza a idear un perverso plan... y a partir de ahí irá ejecutando ese plan que aparentemente no tenía en mente pero que a través de miradas sutiles podía intuir el espectador.
La soltura con la que está rodada es producto del aire renovador de la Nouvelle Vague que rodeaba al cine de entonces y ofrece una singularidad y un carácter perturbador únicos. En todo momento se siente la tensa relación entre los personajes, donde a cada rato surge la humillación, la desconfianza y la simulación. Tom Ripley aparentemente se ha hecho amigo de Philippe Greenleaf, pero en realidad Ripley es siempre objeto de los sofisticados desprecios de Greenleaf, que generalmente se centran en sus limitaciones culturales y de educación, generando en él secretos deseos de venganza.
Como bien dice Palomo, "A Pleno Sol" se desarrolla con una cadencia arrebatadora, sin prisas, sin precipitaciones, en un ambiente luminoso e idílico que contrasta con lo retorcido de las intenciones del misterioso amigo americano. En todo momento se intuye la tragedia; la tensión progresa en aumento. Sabemos que Ripley es un tipo agradable, educado y encantador a primera vista, pero algo oscuro reside en su interior. Y su plan se muestra altamente eficaz hasta la llegada de un desenlace memorable e irónico, que, en la tradición de los crímenes (im)perfectos, cierra de forma inmejorable la película.
Ciertamente A Pleno Sol ofrece la perversa belleza de su look visual –excepcional cromatismo en la fotografía de Henri Decae-, destinada a potenciar una narrativa que no sigue los patrones convencionales y prefiere indagar en la mirada, las reacciones, los gestos y buscando a través de ellos el estudio de sus caracteres. Quizá sea ese uno de sus logros y el que ha permitido que con el paso del tiempo su condición de clásico siga vigente mientras que otras realizaciones del período hayan envejecido irremisiblemente. Puede ser que el film de Clément abriera y cerrara al mismo tiempo un camino en el cine moderno. Podríamos decir que este director logró en una sola película quizá más que los Godard, Antonioni o Truffaut al adoptar elementos del cine de éstos pero aplicados en una historia más cercana al cine clásico.
En cualquier caso su presencia permanece, como permanece su condición de espléndido, pérfido y atrevido thriller. Y emerge también la belleza, variedad y acierto de la partitura de Nino Rota, que combina su integración musical en la Italia de la época, que se debatía entre el eco de sus tradiciones y su integración en la modernidad.
Una de las virtudes de esta versión de la novela de Highsmith es que da la sensación de realismo, de autenticidad. Los personajes son creíbles y consistentes gracias al trabajo de los actores; desde la enorme expresividad de los ojos de Marie Laforet a la febril ingenuidad y torpe aire dominador de un Maurice Ronet espléndido. Pero, por encima de todo, emerge la creación de un Alain Delon en estado de gracia, en un trabajo por el que vale toda una carrera, que le permitió consagrarse como prototipo del beau tenebraux.
Así pues, sufrimos por Ripley a pesar de su carencia de escrúpulos, a pesar de su condición de personaje negativo que, no obstante, resulta atractivo y nos mantiene sin despegar la atención de la pantalla hasta el final. Su Tom Ripley pertenece por derecho propio a la larga galería de encarnaciones del mal que ha dado el cine. Quizá de entre las más singulares. Y permite por supuesto comprobar el instintivo talento de una presencia de la que se enamora la cámara irremediablemente.
Como curiosidad, en esta película aparece una joven Romy Schneider en un pequeño papel (como acompañante de Fred, el amigo de Greenleaf) que ni siquiera figura en los créditos.
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