Título original: "Brancaleone Alle Crociate" (1970)
Dirigida por Mario Monicelli; Vittorio Gassman, Adolfo Celi, Stefania Sandrelli, Beba Loncar. (116 min)
La esperada secuela de "La Armada Brancaleone". El caballero medieval Brancaleone Da Norcia organiza una expedición hacia Tierra Santa,liderada por un monje visionario, pero bastante desorientado para encontrar el camino a Jerusalén. En su camino se encontrarán con otro grupo que les acusa de herejía, además de mutilados, leprosos y brujas...
Mario Monicelli estrenó el film cinco años después de "La armada Brancaleone", que había obtenido notable repercusión. "Brancaleone alle crociate" - Brancaleone en las Cruzadas- se vincula con el primer episodio a partir de la llegada del "héroe" (espectacular Vittorio Gassman en una de sus grandes creaciones) a tierra firme, luego de su peregrinar para incorporarse a las Cruzadas.
Se destaca la extraordinaria fotografía de Aldo Tonti, que realza el recorrido de Brancaleone por Tierra Santa. En esta ocasión, éste no lleva a cabo su periplo sólo con la compañía de su ejército -tropa curiosa pero tropa al fin- sino tambien con un agregado femenino bien diferente: la princesa rubia que se vale de sus servicios (Beba Loncar) y una muchacha a quien acusan de bruja (Stefanía Sandrelli).
También vale la pena destacar a tres de los nuevos miembros de su "Ejercito": el cruzado alemán sicópata interpretado por Paolo Villagio, el penitente cristiano masoquista, un muy particular leproso y la aparición del gran Adolfo Celli interpretando a un rey que sólo habla en rima.
Mario Monicelli y sus guionistas habituales, Age y Scarpelli, urden una trama que encadena maravillosos y divertidos gags (que en su época fueron transgresores), en lo que parece un precedente de algunas parodias de Monthy Pyton.
En el Festival de San Sebastián de 1971, "Brancaleone alle Crociate" recibió el premio a la mejor interpretación masculina para Vittorio Gassman.
Vittorio
Por Mario Monicelli
Fue conmigo que Vittorio ingresó al cine como actor de comedia, con "Los
Desconocidos de Siempre". Antes de eso, hasta fines de los años cincuenta, sólo
se conocía su faceta de actor serio, dramático. El hecho es que nosotros dos
éramos amigos, grandes amigos.
Como yo frecuentaba mucho a Vittorio, y en ámbitos que excedían los escenarios, sabía que su profunda capacidad de observación le permitían el humorismo y la parodia. En el teatro Vittorio adoptaba un tono autoritario que no utilizaba en la vida real, en la que se destacaba por ser un hombre de un ingenio irresistible y un director tenaz y explosivo.
Teníamos mucha confianza. Recuerdo largos paseos que abundaban en discusiones y contrastes, pero que se caracterizaban siempre por su tono humorístico. Si había algo que invariablemente lo irritaba, eran mis opiniones sobre la tragedia griega. El la idolatraba, le parecía algo sagrado, intocable. Yo le contestaba que, a mi modo de ver, tenía una retórica pomposa y que, en el fondo, todas las tragedias clásicas no eran más que libros policiales. No lo soportaba.
Cuando le propuse interpretar un personaje cómico, el de Los desconocidos de siempre, con guión de Age y Scarpelli, a quienes apreciaba mucho, Vittorio aceptó con sorpresa y entusiasmo. Finalmente se permitía ser él mismo. El rodaje fue muy placentero y gracioso. También fue ahí donde se conocieron Gassman y Totó, que encarnaba al gran maestro de robo de cajas fuertes. Junto con los hermanos Marx, Totó era el cómico a quien más admiraba Vittorio. Según me contó, lo dejaba pasmado. Lo encontraba sorprendente, su genio cómico superaba en mucho todo lo que él pudiera haber imaginado.
Luego Vittorio rodó conmigo "La Gran Guerra" y, a fines de los años sesenta y principios de los setenta, se convirtió en Brancaleone.
Fueron dos películas, "La Armada Brancaleone" y "Brancaleone en las Cruzadas". Una vez más el personaje está pensado para él. Age y Scarpelli pensaban en una saga
medieval que fuera realista, en oposición al mundo de los caballeros andantes y
las doncellas remilgadas que suelen pintarnos en la escuela. El nuestro sería un medioevo bárbaro, salvaje, repleto de miseria y suciedad, habitado por caudillos corruptos y groseros.
Vittorio le dio pleno sentido a todo: en el papel de Brancaleone se autoparodió de manera genial; se burló de su propia exaltación y retórica de actor serio reconocido y consumado. Construimos un lenguaje absurdo, "medievalizante" y cómico, que caracterizó a Brancaleone.
Vittorio se posesionó totalmente del personaje, logró comprenderlo, interpretarlo con soltura, hacerlo creíble. Nuevamente el clima de trabajo se destacó por su tono divertido y liviano, como pasa cuando se trabaja con grandes actores, con aquellos cuya solvencia no tiene límites.
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